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Ni comprar ni alquilar: la cultura de la acumulación y la especulación imposibilitan el acceso a la vivienda
18/01/2023

Las hipotecas y alquileres se disparan mientras los pisos se acumulan cada vez en menos manos

Roberto Ugena
elplural


Como en todas las crisis, esta última -energética e inflacionaria- que estamos atravesando no iba a ser diferente: la clase trabajadora es la más golpeada, mientras una minoría engrosa aún más sus cuentas corrientes. Personas con salarios por encima del mínimo interprofesional no pueden hacer frente a las facturas disparadas, la cesta de la compra disparatada o el pago de la vivienda, convertida en un bien de lujo. Esta realidad es más sangrante si atendemos a la comparativa entre lo que han aumentado de media los salarios por convenio (2,78%) y el precio de los alquileres, entre un 5 y un 8%, tal y como exponen diferentes portales inmobiliarios. Además, los requisitos exigidos para un arrendamiento, por no hablar de para una hipoteca, hacen casi imposible acceder a una vivienda, sea alquilando o comprando.
“Cosa indispensable para el sostenimiento de la vida de las personas”. Esta es la definición de 'cosa de primera necesidad' que la Real Academia Española (RAE) recoge en su diccionario panhispánico de dudas y remite al artículo 250 del Código Penal, donde se considera a la vivienda como “bien de reconocida utilidad social”. La permisividad para especular con bienes de primera necesidad, como la vivienda o los alimentos, es atronadora en la actualidad, a pesar de que desde los lobbys de ambos sectores se asegure que esta práctica se encuentra dentro de la legalidad. Razón no les falta.
No obstante, esta cultura no ha aparecido por generación espontánea, sino que ha ido extendiéndose con el tiempo, agrandando la brecha social y beneficiando a unos pocos. Con el añadido de introducir una pretensión, una aspiración a futuro, en el imaginario social de los españoles. Pretensión que, en la mayoría de los casos, no puede alcanzarse. Así lo confirma el estudio European Sociological Review realizado por Diederik Boertien y Antonio López-Gay, del Centre d’Estudis Demográfics de la Universidad Autònoma de Barcelona.
La cultura de la acumulación que, según apunta el estudio, se instauró en el franquismo, se ha convertido en un problema con la incursión de la especulación inmobiliaria. El sentimiento de seguridad que aporta tener una vivienda en propiedad, acompañado por la definición de inversión segura que va aparejada a la adquisición de inmuebles, ha acrecentado las diferencias entre clases sociales.  En el año 2002 el 10% más rico de la población española atesoraba el 42% de la riqueza, en 2017 (último dato del estudio) el 53%.  Esta situación se puede apreciar en el aumento de los hogares que cuentan con cuatro o más propiedades destinadas al alquiler, pasando del 5% al 11% en el mismo periodo.

En contraposición, entre 2011 y 2017, descendieron el número de hogares con una casa en propiedad. Mientras que en 2011 ascendían hasta el 87%, tan solo seis años, tras la crisis financiera, la cifra era del 82%. Los datos que muestra el estudio exponen diferencias claras. “Ese es parte del problema, que se ve como una inversión muy segura y para la clase media-alta es una estrategia: en el momento que puedo, me compro otro piso y así me aseguro el futuro” […] “Por eso, cuando sacas el tema, te responden ‘¿y qué problema hay en tener pisos en propiedad?’. Pero ahí entramos en cuestiones más éticas”, sentencia Boertien.
Desmontando el cuento de la meritocracia
Como no podía ser de otra manera, el cuento de la meritocracia vuelve a quedar desmontado con datos en el estudio realizado por los investigadores. De hecho, de todos los hogares que tiene en propiedad tres o más inmuebles, dos tercios han obtenido alguna de las propiedades a través de una herencia. Nada menos meritocrático. Esta realidad no sucede únicamente en el ámbito inmobiliario, por supuesto, y como muestra la investigación, el crecimiento de la brecha social en España responde, precisamente, a variables que no podrían estar más alejadas de una supuesta cultura del esfuerzo personal.
“Es verdad que cuando hablamos de ingresos también podemos hablar de qué parte es mérito propio y qué parte se debe al apoyo de tu familia, pero aquí queda claro que gran parte de estas propiedades proviene de las generaciones anteriores, así que si queremos igualdad de oportunidades deberíamos intentar que ese factor tuviese un peso menos importante”, apunta el estudioso de la Universidad Autónoma. No obstante, las previsiones no resultan halagüeñas para las familias más humildes.
“Es cada vez más difícil romper el ciclo, porque con la crisis financiera se pensaba que los ricos también perderían dinero, pero nos dimos cuenta de que la gente que tiene mucho dinero puede moverlo con facilidad y adaptarse a los movimientos en el mercado: compraron muchos pisos cuando bajaron de precio”, destaca Bortien, para seguidamente sentenciar: “En las crisis, los que tienen más recursos son los que sacan más beneficio”.


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